AUTOR: G.B. Hernández
A continuación, tres mujeres que viven una relación ilícita con un hombre casado, abren su corazón para contar, sin excusas ni tapujos, por qué han elegido ser "la otra". Quizás pueden hacerlo porque han cambiado sus nombres y sus datos personales, y no hay forma de identificarlas. Pero... ellas sí saben quiénes son y lo que hacen. ¿Qué se dicen a solas, cuando se miran en el espejo? ¿Cómo se justifican ante sí mismas? Como mujeres, ¿no les importa herir a la esposa de ese hombre? Y ¿qué esperan lograr en el futuro?
Sin ánimo de condenar, solamente de entender, dejamos que ellas cuenten su historia. Quizás así, tanto la esposa como "la otra" aprendan algo que pueda ayudarlas a tomar el control de sus vidas.
EVA, 32 AÑOS
"Llámenme Eva, la primera pecadora. Tengo que empezar por decir que no me siento orgullosa de lo que hago, pero tampoco creo que soy un monstruo, como algunas quisieran verme. Simplemente soy una mujer que sigue sus propias reglas. No soporto la idea de amarrarme a un hombre. Creo que era la única niña y adolescente que nunca soñó con caminar hacia el altar vestida de blanco, la casa, los niños y el perrito. Mi primera relación no fue con un hombre casado, y vivimos en unión libre, pero de todas formas me sentía asfixiada. No me gusta tener que dar cuenta de mis actos, ni estar en casa a tal hora o amoldarme a lo que quiere otra persona. Sí, soy demasiado independiente, pero la libertad es lo único que me hace feliz. Y descubrí que todos los hombres quieren amarrarte".
"Por eso me siento tan cómoda con un hombre casado. Vivo una relación intensa, pero no me siento atada. Nos vemos dos o tres veces por semana, solo unas horas, y esas horas, para mí, son más felices que si tuviera que esperarlo en casa, con los niños, para hablarle de que hay que pagar la cuenta de la luz o que se acabó el arroz".
"¿Si lo amo? Claro. Pero a mi manera. Es más, creo que lo amo más que si estuviera casada con él, porque no hay tiempo de caer en la rutina. Cuando nos vemos tratamos de sacarle el mayor partido a esas horas robadas. Lo paso maravilloso con él, pero... ¡qué alivio cuando se regresa a su casa!"
"No pienso en su esposa. Creo que la relación de ellos no es mi problema. Yo no la engaño, porque jamás le juré amor y fidelidad; eso lo hizo él, no yo, y lo que haga conmigo es entre él y su conciencia. No siento que le hago un mal a ella. Aunque esto les suene raro, creo todo lo contrario; pienso que le estoy haciendo un bien, porque antes su esposo se sentía muy agobiado, cansado de llegar a casa a encontrar los problemas de siempre. Yo no rompí su matrimonio; cuando lo conocí, estaba a punto de terminarse. Si algo hice, fue salvarlo. Su esposa es afortunada, porque no me interesa quitárselo. Soy feliz siendo ?la otra'...".
MERCY, 38 AÑOS
"Mi situación no es típica. Soy la amante de un hombre que es totalmente honesto conmigo; él me dice que ama a su esposa, pero también que me desea. Desde el principio me aclaró que jamás se divorciaría de ella, por muchos motivos, además del amor que le tiene: la sociedad, los hijos, la religión, y que su dinero está amarrado a ella".
"Su honestidad fue una de las cosas que me deslumbró de él. Jamás me engañó o me hizo creer que algún día dejaría a su esposa. Yo me involucré en esta relación con los ojos muy abiertos. ¿Por qué lo hice? Simplemente porque me enamoré. Desde que lo conocí, sentí algo demasiado fuerte; algo que no había sentido por ningún otro hombre. El no me presionó; me dijo la verdad. Me puso sus condiciones -su esposa jamás debe enterarse; yo no podría ni siquiera soñar con tener hijos con él; solo podría verme en sus ratos libres y nunca en fechas especiales- y las acepté. Es que no me interesa otro hombre. ¿Qué se suponía que hiciera: renunciar a la felicidad?"
"Cuando pienso en su esposa, muchas veces siento tristeza, porque no me gusta hacerle esto a otra mujer. Yo soy discreta, porque soy la primera interesada en que ella nunca se entere de esto. Aquí, si alguien sufre, soy yo. A nadie puedo culpar por mi situación, pero duele estar sola, esperando una llamada. Recientemente tuve que hacerme una operación y fue duro tener que ir sola a los médicos, no verlo en el hospital, saber que no podía contar con él. No es fácil ser ?la otra', al menos para mí. Pero, ¿qué puedo hacer, si en el corazón no se manda?".
RUBI, 47 AÑOS
"Durante muchos años, estuve casada con un hombre que me fue infiel no una ni dos, sino muchas veces, y sufrí como no pueden imaginarse, porque siempre soñé tener el hogar feliz que no tuvieron mis padres. Mi padre también fue un hombre muy infiel y yo vi cuánto sufrió mi madre, pero sin saberlo, me casé con una versión más joven de mi padre. Al principio, me culpaba: ¿qué estoy haciendo mal, cómo puedo hacer que mi esposo solo me quiera a mí? Todas eran preguntas tontas, porque la infidelidad de él nada tenía que ver conmigo; era, simplemente, su forma de ser. Siempre me da risa cuando ocurre un caso como el de Sandra Bullock y la gente se pregunta cómo pudo Jesse James engañar a una mujer que lo tiene todo, belleza, inteligencia, éxito... La respuesta es muy sencilla: eso nada tiene que ver con Sandra; no es por algo que ella hizo o dejó de hacer. Es que él es un infiel. Punto".
"Ahora yo soy la otra mujer. ¿Cómo se lo explican? Simplemente me cansé de sufrir; me cansé de esperar a que él cambiara. Después de mi divorcio, estuve un tiempo sola, hasta que conocí al hombre con el que tengo una relación desde hace dos años".
"Me enamoré de él creyendo que era soltero. El me dice que va a dejar a su esposa cuando los chicos se marchen de la casa, cuando cambie la economía... Todos mienten. La única tonta soy yo".
LAS MENTIRAS QUE SE DICEN
Según los expertos, la amante muchas veces trata de justificar su posición para sentirse bien consigo misma, pero en realidad está atrapada en una relación a medias. Para salir de ella tiene que desenmascarar los motivos que la llevan a convertirse en "la otra".
Tiene baja autoestima. A nivel inconsciente, una mujer no se siente merecedora de ser la única en la vida de un hombre. Es por eso que acepta una relación en la que ella solo recibe el tiempo que él puede "regalarle". Cuando eleve su autoestima, podrá darse su lugar y esperar por un hombre que la respete y la considere.
Se disocia de la situación. Piensa que si él engaña a su esposa, no es un problema de ella. La que siente el aguijonazo de la conciencia, muchas veces logra convencerse de que a nadie le hace daño, o incluso de que está ayudando a ese matrimonio. Ella debe tomarse el tiempo de reflexionar muy bien sobre su situación y entender las consecuencias -para todos los involucrados- de sus decisiones. ¿Cómo la relación está afectando sus emociones, su paz interior y su autoestima? ¿Qué le aporta, realmente, y cómo la hace sentir? De esta manera, podrá elegir el camino más justo y honesto con ella misma y con los demás.
"Es más fuerte que yo. es el amor de mi vida". Aun si esto fuera cierto, es importante entender que el amor no nos quita la voluntad; cuando existe una convicción firme, somos capaces de tomar una decisión, por difícil que sea. De nuevo, todo depende de la posición de la que te sientes merecedora y de la forma como deseas impactar la vida de los que te rodean. Recuerda esto: el amor propone, pero eres tú quien dispone.
FUENTE:VANIDADES